Miércoles 4 de Febrero 2009 Los días de la semana comienzan temprano. Casi siempre desde las 7 de la mañana hasta las 9 de la noche. Luego comienza mi tiempo, mi noche. Aunque algunas veces estoy demasiado cansada como para hacerla mía, intento hacer algo productivo después de comer logrando algo muy pequeño de vez en cuando. Trabajar de a poquitos una hora o dos horas me desespera. El mañana, las tareas cotidianas, las angustias se me vienen encima todas a la vez. Trato de calmar mi ansiedad leyendo hasta quedarme dormida. Al despertar, me siento frustrada por no haber aprovechado mejor el tiempo. Al desayunar, voy consumiendo mis angustias de ayer, me baño y pienso en otra cosa, en algo bello. Luego salir a trabajar. Tomar más café, sacar citas, ir a pequeñas reuniones, solucionar algunos problemas e inventar otros. Caminar unas diez cuadras de un trabajo al otro pensando en algo lejano. El tiempo ya no alcanzó, tal cosa no salió. Ya es mediodía. Hora de almorzar. Deambulo por la