Miércoles 4 de Febrero 2009
Los días de la semana comienzan temprano. Casi siempre desde las 7 de la mañana hasta las 9 de la noche. Luego comienza mi tiempo, mi noche. Aunque algunas veces estoy demasiado cansada como para hacerla mía, intento hacer algo productivo después de comer logrando algo muy pequeño de vez en cuando. Trabajar de a poquitos una hora o dos horas me desespera. El mañana, las tareas cotidianas, las angustias se me vienen encima todas a la vez. Trato de calmar mi ansiedad leyendo hasta quedarme dormida. Al despertar, me siento frustrada por no haber aprovechado mejor el tiempo. Al desayunar, voy consumiendo mis angustias de ayer, me baño y pienso en otra cosa, en algo bello. Luego salir a trabajar. Tomar más café, sacar citas, ir a pequeñas reuniones, solucionar algunos problemas e inventar otros. Caminar unas diez cuadras de un trabajo al otro pensando en algo lejano. El tiempo ya no alcanzó, tal cosa no salió. Ya es mediodía. Hora de almorzar. Deambulo por la oficina sacando conclusiones erradas de observaciones superficiales que me hacen sentir un poco más inteligente, un poco más correcta. Luego volver a concentrarme en el trabajo de trabajar. Solucionar uno que otro problema y luego pasar a pensar en otro. En la reunión de la tarde hemos creado los suficientes para el día de mañana con mi activa participación. Me hace sentir bien creerme imprescindible en esta oficina. Cuando se acerca la hora de irse y terminada la reunión, despego los problemas de la pared, los estiro, los doblo con esmero y los guardo bien en el escritorio. Mañana nadie se acordará.
Jueves 5 de Febrero 2009
Antonio María Valencia, fundador del Conservatorio de Música de Cali, murió de tétanos. Estaba caminando por el patio de su casa en la noche. Al parecer, no podía dormir. Se enterró un clavo o una lata en el pié. Hacía más o menos 2 años que lo habían removido de su puesto como director del Conservatorio. Hacía treinta, vino a Cali tentado con la idea de fundar una escuela de artes luego de estudiar piano en Paris y de vivir un tiempo en Bogotá. Dice Otto de Greiff intentando explicar su desgracia, que mientras su espíritu artístico evolucionaba con los años, su práctica en el piano era cada vez menos intensa debido a sus obligaciones de profesor y director de la escuela.
10 de Abril 2009
Estudiamos con un muchacho que se llamaba Juan. A decir verdad, yo ni siquiera estudié con él. Llevaba 4 años en Bellas Artes y yo apenas estaba comenzando el primero. De su semestre, no había rastro. Rara vez señalaba con el dedo algún compañero de semestre que pasaba caminando enfrente de Bellas Artes. Algunos de ellos entraban y salían muy rápido, otros seguían de largo como si fueran para otra parte. Pero él siempre estaba allí, le gustaba. Entonces venía y nos hablaba. Le gustaba hablar del arte que hacían sus compañeros, de lo que él había hecho, de los profesores, de los problemas que tenía con los profesores, de las peleas. Siempre conservando un tono pausado y portentoso que hacía que sus anécdotas parecieran más ficción que realidad. Dependiendo del sentido del humor del momento podíamos llegar a apreciarlas -sobretodo al principio- pero con el tiempo, más eran las excusas que poníamos para evitar la conversación que otra cosa.
Nos había defraudado. No pasaba nada con él, no cambiaba el repertorio, sus historias del Bellas Artes Épico se iban descubriendo de tanto repetirlas en frustración, resentimiento, quejas lastimeras con traje de fantasía de papel aluminio.
Cuando nos graduamos, todavía se le veía en las escaleras algunas veces, hablando con los más jóvenes. Creo que varias fueron las generaciones que lo escucharon en las escaleras, aunque con menos atención. Sus cuentos lo habían convertido en un personaje, su renuencia a dejar la escuela en una especie de caso perdido y los chismes de pasillo, en un loco.
Un día se supo que Juan se había ido del país.
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Pocos creen encontrar su lugar en el arte. De hecho la mayoría lo encuentra fuera de él hablando en términos reales de tiempo y dinero. Otros se van a buscarlo a otros países donde su particularidad como artista puede llegar a ser apreciada, donde el gesto adolescente puede volverse obra adulta. Lo he visto.
A veces creo que Cali es como un eterno recreo de colegio, lleno de adolescentes riéndose de sus propias payasadas mientras suena la campana. Torpes.
Julio 25 de 2009
Lista:
- no dejar asuntos sin resolver en la medida de lo posible.
- ser más generosa con tu tiempo.
- ser más amable con la gente.
- resolver los problemas a tiempo.
- no olvidar las tareas a las que quedaste comprometida.
- concentrarse en lo importante
23 de Julio 2009
Espumas que se van... bellas rosas viajeras, se alejan en danzantes y pequeños copos ornando el paisaje. Ya nunca volverán, las espumas viajeras como las ilusiones que te depararon dichas pasajeras.
Domingo 1 de Agosto 2009
Me contó mi amigo en un almuerzo, que los rollos de película tienen al principio un tramo sin imágenes que se llama estárter, cuya función es permitir el montaje del rollo de película en el proyector sin afectar las primeras imágenes de una película. Al final de cada rollo, también hay un tramo de película igual. Esa cola sirve para que el contenido que esté más cerca del final no se estropee mientras el proyeccionista monta en el segundo proyector el siguiente rollo de película. Sin embargo, en el instante del cambio, la cola del primer rollo se va golpeando repetitivamente contra la misma máquina y así va acortándose poco a poco el tramo sin imágenes hasta que de tanto proyectarla, se pierden varios fotogramas y con los años la película puede quedar inevitablemente cortada.
En Cali hace muchos años, decía mi amigo, antes de presentar una película en un teatro, llamaban al Obispo para que la viera y censurara de acuerdo al criterio moral y religioso vigente. De esta manera, los proyeccionistas de los teatros, muchas veces se quedaban con fotogramas e incluso secuencias enteras de besos, desnudos, escenas de sexo y genitales. Algunos inevitablemente las comenzaron a coleccionar y uno que otro, construyó su propia película con los retazos. Dice mi amigo, que tal fue el caso del proyeccionista del teatro Colón que quedaba a la vuelta del Hotel Aristi. Cuyo cuarto de proyección, se comunicaba por un pasillo secreto con una oficina parroquial en la iglesia de Santa Rosa, ubicada detrás del cine.
Lunes 2 de Marzo del 2010
Miguel Rodríguez Orejuela se sentaba en un sillón de una oficina o de un restaurante a regalar plata. Yo debería tener por ahí 8 años. Entre los amigos de mi papá que a mi mamá no le gustaban, estaba un testaferro secreto de esa familia. Yo me montaba en un patín de 4 ruedas en la casa de ellos, con uno me bastaba porque el patín era muy grande para mí. El señor se sentaba un día en un restaurante, otro en una cafetería, en una oficina cualquiera a regalarle plata a gente que tuviera proyectos. En los paseos que hacíamos con ellos, se veía que mi papá quería mucho a su amigo. Mi mamá nos prohibía a mi hermana y a mi ser amigas del vecino de enfrente porque su familia era de mágicos, nosotras no podíamos disimular la sorpresa que eso nos causaba si el niñito salía buscando con quien jugar. Con qué proyectos llegaría la gente? Cómo les decía que si? Luego se descubrió lo del amigo de mi papá, lo metieron a la cárcel y mi papá no dijo ni mú. Murió solo y enfermo. Su familia se fue para Estados Unidos y el hijo, dueño del patín que yo montaba, terminó de policía de aeropuerto.
Marzo 11 de 2009
mis noches (de Cabiria). No quiero ser una secretaria de arte. Deseo otra cosa.
Domingo 12 de Abril de 2009
Domingo de resurrección. El almuerzo especial. La sopa de tomate. Strangers in the night, mi papa tocando el piano de mi abuelo en la casa de mis tías. Anochece. Dejar de pensar en el vacío de un futuro que no puedo controlar. Tengo que escapar pronto si no quiero tener la misma vida. Trabajar en el arte no es ser artista, es burocracia, administración, gestión cultural, recreación empresarial, servicio al público, no práctica artística. Mi papá, al tiempo que estudiaba música en el conservatorio de Medellín, desde los 16 años, tocaba en bares y restaurantes hasta que entró a una famosa orquesta de música tropical, luego pasó por otras dos igual de importantes. Años más tarde, volvió a los restaurantes hasta que tuvo el suyo propio. Allí, en un rincón del restaurante, al lado de la pista de baile, fue que vi por primera vez tocar a mi papá el piano. Siempre pensé que había sido un hobby.
Este texto saldrá próximamente publicado en De la Ira un proyecto editorial de José Tomás Giraldo ganador de una de las becas BLOC (Becas Locales de Creación, Cali - Colombia).
ver el conjunto de los textos invitados en http://lasultana.org/lecturas-de-la-ira/
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