“En 1932 y hasta 1937 viví en Cali; en tales años conocí íntimamente a Valencia, a los suyos y su medio; el medio familiar, el terruño que tanto quiso y que vino a ser la causa del cambio de rumbo en su vida. Cali sabía que Valencia era su mejor hijo, su más pura criatura, y quiso retenerlo iniciando a mediados del 32 la creación del conservatorio que había de ser la obra perdurable en la vida de Valencia.
¿Era Antonio María Valencia un educador, un apostólico y ferviente siervo de la causa docente? No, decididamente no. Siempre nos pareció a todos como un cumplimiento de un deber que él mismo se había impuesto y que supo cumplir en su principio. Pero en el fondo de su espíritu guardó una profunda nostalgia por la vida que no realizó, por el ideal que abandonó; esta fue su tragedia; la única cualidad que él no llegó a ser cimera fue la voluntad; a ésta la hiperestésica sensibilidad, su carácter fue perdiendo firmeza; el medio acabó por vencerlo; y sus amigos, sus incontables admiradores empezamos a ver con dolor cómo inevitablemente se derrumbaba aquella extraordinaria personalidad artística, tal vez la más alta que en la música haya dado Colombia. Muchas veces evoqué conmigo mismo el caso de uno de los de la famosa “banda” o círculo familiar de Franck, el desdichado y genial Henri Duparc, a quien cuarenta años antes de su propia muerte se le había muerto la voluntad, mientras el espíritu crítico le brillaba cada vez más intensamente.(…)”
¿Era Antonio María Valencia un educador, un apostólico y ferviente siervo de la causa docente? No, decididamente no. Siempre nos pareció a todos como un cumplimiento de un deber que él mismo se había impuesto y que supo cumplir en su principio. Pero en el fondo de su espíritu guardó una profunda nostalgia por la vida que no realizó, por el ideal que abandonó; esta fue su tragedia; la única cualidad que él no llegó a ser cimera fue la voluntad; a ésta la hiperestésica sensibilidad, su carácter fue perdiendo firmeza; el medio acabó por vencerlo; y sus amigos, sus incontables admiradores empezamos a ver con dolor cómo inevitablemente se derrumbaba aquella extraordinaria personalidad artística, tal vez la más alta que en la música haya dado Colombia. Muchas veces evoqué conmigo mismo el caso de uno de los de la famosa “banda” o círculo familiar de Franck, el desdichado y genial Henri Duparc, a quien cuarenta años antes de su propia muerte se le había muerto la voluntad, mientras el espíritu crítico le brillaba cada vez más intensamente.(…)”
Otto de Greif, citado en Mario Gómez Vignes: Imagen y Obra de Antonio María Valencia, Capitulo XLIV: La música es el silencio de Dios”, La agonía y la muerte pag.453. Ed. Corporación para la cultura, Cali, 1991.
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Ficha técnica:
Video Monocanal
Dedicado a
Antonio María Valencia
Música:
Chirimía y Bambuco Sotareño
Autor:
Antonio María Valencia
Interprete:
Trío Biava Uribe
(2002)
Cámara y fotografía:
Hernan Barón
Producción y edición:
Jairo Noreña
Guión y Dirección:
Mónica Restrepo
2010
Dedicado a
Antonio María Valencia
Música:
Chirimía y Bambuco Sotareño
Autor:
Antonio María Valencia
Interprete:
Trío Biava Uribe
(2002)
Cámara y fotografía:
Hernan Barón
Producción y edición:
Jairo Noreña
Guión y Dirección:
Mónica Restrepo
2010
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