Captar la atención de las personas y reunirlas en círculo
Comenzar a contar bajando la voz como si se estuviera diciendo un secreto
Abrir bien los ojos
La violencia política y económica del país, más la violencia religiosa que se viene accionando hace siglos, han ido cambiando y re-configurando nuestras formas de vida y nuestra relación con el territorio. Existen muchos mitos de origen campesino que invocan fantasmas y apariciones de distintos tipos que no necesariamente se relacionan de manera directa con mitos indígenas o mitos católicos o africanos. Son nuevos mitos que los campesinos y los colonos han construido en su habitar. La Patasola es uno de ellos. Su aparición sucede en un lugar particular: en el espacio límite entre campo y monte, lejos del pueblo campesino, allí donde termina lo civilizado y empieza el espacio de lo desconocido. Es en este terreno límite entre dos mundos -campo y monte- que la Patasola asusta y hace perder a la gente. Ella no es civilizada ni completamente desconocida, no es un espíritu ancestral ni es el diablo católico, es un ser fantasmal que alguna vez fue humano. Un ser de otro mundo que existe gracias a una transformación. Una transformación violenta. Su aparición extraña, terrorífica, en ese espacio entre-dos, en este límite, pareciera advertirnos o tal vez recordarnos algo. Algo no necesariamente relacionado con su propio mito sino tal vez con ese tránsito entre un espacio controlado, agrícola y un espacio salvaje desconocido donde más allá habitan otros espíritus que hemos olvidado. Su aparición allí, señala un cambio, un punto de cruce ¿Una frontera tal vez ?
Dicen que a la Patasola no le gustan los perros. Se esconde cuando los escucha. El perro que acompaña al campesino a cortar leña al monte, va delante de él, vigilante, protector. Con las orejas y la cola levantadas. A veces se mete entre los arbustos, vuelve a salir, corre, ladra, persigue pájaros y otros animales. A veces gruñe.
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